viernes, 30 de diciembre de 2011

Erasure: Tomorrow's world (2011)



En mi entrada del pasado mes de Octubre dedicada al nuevo álbum de Autokratz, "Self help for beginners", ya terminaba referenciando a este otro dúo de pop electrónico inglés, con nada menos que 25 años de carrera a sus espaldas, lo que lo convierte en una referencia obligada para las nuevas generaciones. La noticia es que, casi un lustro después, vuelven a la actualidad con un álbum de nuevas composiciones, nada menos que el duodécimo de su carrera. Y es que llegar a publicar 12 discos de composiciones originales es un hito no demasiado frecuente. Creo que merece la pena comenzar esta entrada recalcando ese hecho: independientemente de que nos guste más o menos, toda banda que alcanza esa cifra merece un respeto máximo por su trabajo.

Para tratar de darle un sonido lo más actual al pop electrónico habitual de la banda, Vince Clarke y Andy Bell han contado con los servicios de Frankmusic, el músico y productor que tantas colaboraciones ha realizado en los últimos años y que, dicho sea de paso, apenas había nacido cuando Erasure ya eran una banda de éxito. Pero en la primera escucha este hecho pasa a un segundo plano ante la duración de "Tomorrow's world": en su versión oficial (hay una especial con demos y remezclas), son sólo 9 temas, y lo que es más llamativo, tan sólo 32 minutos en total. Una duración más propia de álbumes de hace 30 o 40 años, y que inmediatamente previene al oyente sobre el estado de forma creativo del dúo: ¿sólo quisieron entregar los temas realmente brillantes? ¿o casi 5 años de ausencia no han dado para más alegrías compositivas?

Pues desgraciadamente lo segundo: la sensación de que el álbum es una mera excusa para recuperar la atención de los fans y salir de gira con sus clásicos de siempre es apabullante. No es que sean temas de pop directo; es que no hay ni el más mínimo exceso instrumental, ni una mínima salida de la estructura de canción pop estándar, ni hueco para la experimentación. Baste decir que ni una sola de las canciones llega siquiera a los 4 minutos... Frankmusic ha proporcionado un sonido algo más actual, pero sobre todo unos arreglos a la moda, con vocoders de última generación, entradas al estribillo que se retrasan cuatro compases, sampleados de la propia canción superpuestos... En suma, una intervención superficial, sin atreverse a restarle protagonismo a la voz de Andy Bell en al menos algún tema, ni terminar de explotar los temas más logrados.

Que la verdad, no hay muchos. Para futuras escuchas dentro de unos años, solamente salvaría dos: "A Whole Lotta Love Run Riot", una historia de una fallida aspirante a estrella de cine, con una bonita melodía en las estrofas y con gancho en el estribillo (y también, dicho sea de paso, los mayores y menos acertados excesos de Frankmusic, sobre todo en el tramo final) y sobre todo "I lose myself", un riff de bajo con mucho gancho (aunque casi oculto por culpa de la producción), expandido con una atmósfera que recuerda a los tiempos más crudos de "Wonderland", y un estribillo casi en falsete pero que no baja el listón.

Por salvar algo del resto, los dos sencillos jamás hubieran tenido tal condición en alguno de sus álbumes más redondos, pero "When I Start To (Break It All Down)" tiene unas estrofas aceptables, y "Be with You" podría ser un tema del nivel de "I say I say I say" si Andy Bell no gritara tanto.

Y pare Vd. de contar: los otros 5 temas probablemente ni siquiera lleguen a ser interpretados en directo durante la promoción de este disco. O lo que es lo mismo, un álbum del que ni ellos mismos querrán oir en unos pocos años. Aunque, mirándolo desde otro punto de vista, que sean capaces de entregar un par de temas decentes tras cerca de tres décadas en activo tampoco está tan mal...

sábado, 24 de diciembre de 2011

Otro ejemplo práctico de la fórmula: "Supersonic" (Oasis) y "Like a prayer" (Madonna)

En mi entrada anterior proponía un ejemplo práctico de aplicación de la fórmula matemática para valorar dos canciones "malas". Ahora llega el momento de aplicarla a dos grandes canciones. Que son auténticos himnos de sus intérpretes: "Supersonic", de Oasis y "Like a prayer", de Madonna. Y, me atrevo a decir, con todo merecimiento. Veámoslo:

La fórmula matemática que proponía es la siguiente:

Acordes: 3 puntos
Melodía principal: 2 puntos
Instrumentación y arreglos: 2 puntos
Interpretación vocal: 1 puntos
Letra: 1 puntos
Virtuosismo: 0,5 puntos
Duración: 0,5 puntos

Supersonic:
Acordes: 2,75 puntos. La progresión armónica es excelente: FA#m-FA#m-LA-SI repetidas veces durante el inicio y las estrofas, MI-MI-FA#m-LA-SI, MI-MI-DO#M7m-DO#M7m para dar entrada al estribillo, y RE-LA-MI-FA#m (x8), MI (x4) y MI-MI-DO#M7m-DO#M7m (x4) para el estribillo y el enlazado con las estrofas. Estribillo que por sí solo ya constituye una sucesión de cuatro acordes realmente formidable. No puntúo el máximo porque no hay parte nueva cerca del final o tras el último estribillo, pero con lo que hay sobra.

Melodía principal: 2 puntos. A pesar de la riqueza de los acordes, la melodía no se limita a repetir fraseos, sino que tanto en la estrofa, como en la entrada al estribillo como en el propio estribillo recorre un montón de notas, con una musicalidad reconocible y, en el caso del estribillo, inolvidable.

Instrumentación y arreglos: 1,5 puntos. Quizá la instrumentación sea la parte más floja, pero raya a buena altura de todas formas: rock en estado puro, guitarras distorsionadas, platillos rechinantes en la batería, adornos recorriendo una cuerda de guitarra para contribuir al ruido... Y los arreglos son toda una exhibición: las distintas partes encajan no ya con una naturalidad, sino con la capacidad de hacer anticipar (y desear que lleguen) la siguiente parte (el estribillo a partir de la parte final de la entrada, por ejemplo).

Interpretación vocal: 1 punto. Liam Gallagher no es un súper intérprete, pero este tipo de medios tiempos rockeros con un toque entre sucio y macarra los borda. Sus cualidades vocales estaban aún completamente intactas cuando grabó este tema, y aunque ya recurría a sus tics más conocidos, aún no abusaba de ellos como en la actualidad con Beady Eye. Es difícil pensar en otro intérperte que pudiera hacerlo mejor.

Letra: 0,75 puntos. Es tan psicodélica (más una serie de imágenes y clichés que una historia o un estado de ánimo) como pretende serlo. Pero desde luego no recurre a frases comunes, ni a obviedades, y la rima está cuidada en todo momento.

Virtuosismo: 0,5 puntos. Noel Gallagher borda su interpretación en la guitarra principal: los dos arpegios después de los estribillos son excelentes, con muchas notas perfectamente enlazadas (y en ocasiones con notable rapidez). Y el solo con el que se cierra la canción es de los mejores que ha grabado nunca: se llega a desear que no se bajara el volumen y pudiéramos seguir escuchándolo hasta el final.

Duración: 0,5 puntos. A pesar de que son cerca de 5 minutos, la riqueza de este tema es tal que en realidad apenas hay repeticiones: sólo 2 estrofas y ¡sólo 2 estribillos! No se puede lograr emocionar más con menos reiteraciones.

TOTAL: 9 puntos. Una obra maestra, en mi humilde opinión.

Like a prayer:
Acordes: 2,75 puntos. Otra progresión armónica tremendamente elaborada, con acordes no tan complejos como las séptimas mayores y menores de la anterior, pero con más partes diferenciadas: REm-DO-LA# (x3) más FA-LA#-FA-DO-REm para el principio, FA-DO-LA#-FA (x2) más LA# para el estribillo, LA#-FA-DO-REm-LA#-FA-DO (x2) para las estrofas, REm-DO (x2) para la primera parte de la parte nueva, REm-DO-LA#-FA, FA-LA#-FA-DO, FA-DO-LA#-DO-LA# para la segunda parte de la parte nueva, más una coda final. Resulta hasta difícil de explicar, cualquier página de internet de acordes lo explicará más claramente.

Melodía principal: 2 puntos. aprovechando la riqueza de las distintas partes compositivas, una exhibición de lo que puede dar de sí la progresión armónica, con tramos introductorios, angelicales como las estrofas, automáticamente tarareables como el estribillo, oscuras como el primer tramo de la parte nueva, adaptadas a un coro gospel... El trabajo creativo de Patrick Leonard, con la colaboración de la propia Madonna, es incuestionable.

Instrumentación y arreglos: 1,5 puntos. La instrumentación es quizá la parte más mejorable: las estrofas arrítmicas realzan la atmósfera angelical, y las partes adicionales corales están plenamente justificadas, pero la instrumentación del estribillo es un tanto simple y espartana, como lo prueban las numerosas adaptaciones y remezclas que se han hecho de este tema en los 22 años desde su publicación para mejorar este aspecto. Los arreglos, en cambio, son espléndidos, y las distintas partes fluyen con una naturalidad difícil de conseguir.

Interpretación vocal: 0,75 puntos. Madonna es una vocalista limitada, con tendencia a frasear con menos inflexiones de lo deseable. Pero aquí hace una de sus mejores interpretaciones, adaptando su voz a la atmósfera de cada una de las partes.

Letra: 0,75 puntos. Es difícil hacer una letra original en una canción esencialmente de amor. Así que las referencias religiosas son una manera provocativa y a la vez ingeniosa de afrontar este asunto. Por otra parte, las rimas están muy cuidadas.

Virtuosismo: 0,25 puntos. El coro gospel es lo más destacable dentro de un tema en el que el resto de los músicos hacen un trabajo correcto pero convencional.

Duración: 0,5 puntos. Nuevamente estamos ante un tema largo, de más de 5 minutos, pero en el que podemos constatar que no hay mayores reiteraciones: esa duración se explica por la sucesión de partes a que da lugar tanta creatividad, pues por ejemplo solamente se escucha el estribillo en 3 ocasiones.

TOTAL: 8,5 puntos. Una canción excelente, cercana a la consideración de obra maestra.

Espero que este nuevo ejercicio les haya servido para comprender mejor el porqué de mis apreciaciones, y en la medida de lo posible a compartirlas. Les animo a que repitan este ejercicio para cualquier tema que les atraiga o les desagrade; confío en que les será de utilidad.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Ejemplo práctico de la fórmula: "Born in the U.S.A." (Bruce Springteen) y Bomba (King Africa)

Como muestra de validez de la fórmula que proponía en mi anterior entrada les propongo dos canciones que, tal vez para su sorpresa, son bastante similares dentro de su gran simpleza. Puede que parezca una provocación comparar uno de los temas más famosos de Bruce Springteen con otro de los temas bandera de King Africa. No pretendo poner a ambos artistas al mismo nivel: ninguno de ellos son santo de mi devoción por cuestiones como las que voy a tratar en esta entrada, pero es innegable que la trayectoria del de New Jersey es más dilatada en el tiempo que la del de Buenos Aires. La comparación se limita, pues a "Born in the U.S.A." frente a "Bomba". Para mí son dos malas canciones (bastante malas, si se me permite el adverbio). Pasemos a analizarlas según la misma:

Acordes: 3 puntos
Melodía principal: 2 puntos
Instrumentación y arreglos: 2 puntos
Interpretación vocal: 1 puntos
Letra: 1 puntos
Virtuosismo: 0,5 puntos
Duración: 0,5 puntos

Born in the U.S.A.:
Acordes: 0.25 puntos. Durante toda la canción la única progresión armónica la forman dos únicos acordes mayores, intercambiados inalterablemente en periodos de 8 compases: SI mayor - MI mayor. Acordes, para más simplicidad aún, mayores. Lo que es más, de uno al otro hay exactamente 3 tonos, en lo que constituye una clara apropiación del primero de los dos tramos de que consta la progresión armónica fundamental del blues y una gran parte del rock&roll de los años 50 y 60. Más simple imposible, y más carente de originalidad, también: si Vd. tiene acceso a un piano o a una guitarra pero no los ha tocado jamás, pídale a alguien que le explique cómo colocar las manos en cada uno de los dos acordes, y podrá tocar sin problemas este tema. No puntúo como 0 porque eso me lo reservo para composiciones monocordes, aquí al menos hay dos.

Melodía principal: 0.5 puntos. A poco que escuchen la canción, se darán cuenta que las frases de la estrofa, del estribillo son muy muy similares. En efecto, prácticamente todas las frases de la melodía acaban con la secuencia: sol# - fa# - re# - do# - si. De hecho, la melodía del teclado que llena las partes no vocales es prácticamente la misma que la del estribillo e igual en un 80% a la de la estrofa. Nada de buscar otras notas, de invertir su orden o alterar su duración. Ni una sola parte nueva. Tocar esta melodía en un instrumento de cuerda se hace pesado por reiteración.

Instrumentación y arreglos: 0.5 puntos. La instrumentación es convencional para un tema de "rock adulto", el teclado apenas hace otra cosa que replicar la melodía del estribullo, salvo unos pequeños adornos en los 15 segundos finales, la guitarra acústica se limita a llevar los acordes, el ritmo binario no es enriquecido en ningún momento... Aunque poco original, lo más llamativo es la idea de dejar sólo la voz de Springteen, la batería y el repetitivo teclado, cerca del final.

Interpretación vocal: 0.75 puntos. A pesar de la enorme pobreza de su creación, Bruce Springteen transmite energía y rabia. Canta con convencimiento, y lleva la canción a un nivel de credibilidad inesperado. Sin duda, el mejor aspecto de este tema.

Letra: 0.5 puntos. Las estrofas están aceptablemente trabajadas, y la canción tiene indudablemente un mensaje. Aunque las rimas no siempre aparecen, y algunas frases llevan tantas sílabas que le cuesta encajarlas en el compás correspondiente. Además dice "in the U.S.A..." nada menos que 16 veces.

Virtuosismo: 0 puntos. La famosa "E Street Band" no justifica dicha fama. No hay absolutamente ninguna interpretación musical que destacar.

Duración: 0 puntos. Cuatro minutos y medio para repetir esencialmente la misma melodía en estrofa, estribillos y partes instrumentales y sobre dos únicos acordes resulta excesiva. De hecho, amaga con terminar, pero no, vuelve a prolongarse más de medio minuto, saturando al oyente.

TOTAL: 2.5 puntos. Claramente suspenso.

Bomba:
Acordes: 0.25 puntos. Durante toda la canción la única progresión armónica la forman dos únicos acordes mayores, intercambiados inalterablemente en periodos de 8 compases ¿les suena?: FA# mayor - DO# mayor. Acordes, para más simplicidad aún, mayores. Lo que es más, de uno al otro hay exactamente 3 tonos (esta vez invertidos), en lo que sigue pareciendo algo más que una mera inspiración en el primero de los dos tramos de que consta la progresión armónica fundamental del blues y una gran parte del rock&roll de los años 50 y 60. Más simple imposible, y más carente de originalidad, también. Al menos esta vez son acordes bemoles, algo menos frecuentes. No puntúo como 0 porque eso me lo reservo para composiciones monocordes, aquí al menos hay dos.

Melodía principal: 0.25 puntos. A poco que escuchen la canción, se darán cuenta de que hay muchas partes habladas (o gritadas, más bien). Lo que es más interesante, la totalidad de las partes cantadas se componen únicamente de ¡dos notas! (fa# - sol#), intercambiadas según obliga la progresión armónica. Por difícil que parezca, aún más pobre que Born in the U.S.A.. Nada de buscar otras notas, de invertir su orden o alterar su duración. Ni una sola parte nueva. Tocar esta melodía paupérrima en un instrumento de cuerda es desesperante.

Instrumentación y arreglos: 0.75 puntos. La instrumentación es convencional para un tema de "fiesta latina", pero al menos se incorpora una originalidad consistente en introducir en ocasiones dos compases sin acordes para delimitar las distintas partes, lo que contribuye a aligerar la monotonía de la progresión armónica. Además, podemos escuchar unos teclados simulando una sección de viento en el estribillo, para enriquecerlo un poco.... Aunque poco original, lo más llamativo es la idea de dejar sólo la voz de King Africa, la batería y la percusión, cerca del final (¿les suena también esta idea?).

Interpretación vocal: 0.75 puntos. A pesar de la enorme pobreza de su creación, King Africa transmite hilaridad y excitación. Canta o grita con convencimiento, y lleva la canción a un nivel de expresividad inesperado. Cualquier otro intérprete no sería capaz de ocultar la enorme simpleza de la composición. Sin duda, el mejor aspecto de este tema.

Letra: 0.25 puntos. Aunque sea totalmente festiva, la letra tiene indudablemente una finalidad: guiar a quien la escucha a que realice una serie de pasos de baile. Las rimas no siempre aparecen, el coro canta la palabra "bomba" nada menos que 20 veces... Además, la letra es exactamente la misma en la segunda parte del tema que en la primera.

Virtuosismo: 0 puntos. La famosa "E Street Band" no justifica dicha fama. No hay absolutamente ninguna interpretación musical que destacar.

Duración: 0.25 puntos. Tres minutos y veinte segundos para una mini melodía en estrofa, estribillos y sobre dos únicos acordes resulta excesiva, aunque al menos son 70 segundos menos que "Born in the U.S.A.". De hecho, avisa de que va a terminar cuando aún quedan casi 30 segundos, lo que contribuye a disminuir la sensación de pesadez por reiteración.

TOTAL: 2.5 puntos. Claramente suspenso. Y de manera significativa, exactamente la misma valoración que la anterior.

Es sólo un ejemplo de lo que la fórmula puede dar de sí. Evidentemente se centra sólo en la música: la imagen, la presentación, la "autenticidad" del artista, la influencia de los medios de comunicación, contexto en el que se escuchan, pueden afectar a nuestra percepción subjetiva de uno y otro tema en un momento dado. Pero objetivamente creo que mi valoración es completamente acertada. Así que les animo a poner en práctica esta sencilla fórmula con cualquier otra canción que les apetezca.

martes, 6 de diciembre de 2011

Fórmula matemática para la canción vocal contemporánea



Ya he dedicado con anterioridad alguna entrada relativa al concepto "buena canción". Y es que dada la cantidad de propuestas musicales que nos bombardean diariamente, es poco menos que una obsesión tratar de separar el grano de la paja, y lo que es más importante, intentar enseñar a cada potencial melómano unos criterios para poder realizar esa tarea por sí mismo. Por eso, y aprovechando que en el fondo la música se basa totalmente en las ciencias matemáticas (escala pentatónica, compases de igual duración, beats per minute, etc.) me parece útil definir una fórmula matemática de referencia, para poder evaluar cualquier canción que tenga una parte vocal de 0 a 10 (si no hubiera parte vocal, la evaluación se haría de 0 a 8 y se ponderaría correspondientemente).

Así, después de haber escuchado muchos miles de composiciones y haberle dedicado un tiempo considerable a reflexionar sobre este asunto, la fórmula propuesta, ordenada por los pesos descendentes de sus distintos componentes, es la siguiente:

Acordes: 3 puntos
Melodía principal: 2 puntos
Instrumentación y arreglos: 2 puntos
Interpretación vocal: 1 puntos
Letra: 1 puntos
Virtuosismo: 0,5 puntos
Duración: 0,5 puntos

Como pueden comprobar, según dicha fórmula la máxima puntuación sería 10 puntos. Pasemos a revisar mínimamente cada componente y el porqué de su peso:

Acordes: en mi opinión el elemento más importante. Entendiendo por acorde el conjunto de dos o más notas diferentes que suenan simultáneamente (o en sucesión) constituyendo una unidad armónica, la selección de una o preferiblemente varias secuencias de acordes (la llamada progresión armónica) causa automáticamente en el oyente un impacto emocional incuestionable. Con una buena progresión armónica es difícil tener una mala canción, por eso los 3 puntos. Lamentablemente los acordes son finitos y la mayoría de los artistas se limita a una parte pequeña de ellos: díadas (quintas) y tríadas (mayores o menores), lo que limita las posibilidades creativas. Sólo así se explica la prácticamente infinita cantidad de temas que recurren al manido DO-FA-SOL con los tres acordes mayores (o MI-LA-SI, si lo prefieren) y que constituyen el cuerpo de prácticamente todos los temas de blues. Componer una buena y original progresión armónica es muy complicado, pero aun hoy existen privilegiados para los que parece algo fácil.

Melodía principal: no son infrecuentes las canciones en las que una progresión armónica emocionante se ve en cierta medida arruianada por una melodía pobre, de muy pocas notas, repetitiva en exceso... Y es que son infinitas las posibilidades de crear melodías diferentes sobre los mismos acordes, de ahí la riqueza de la música. Por supuesto que las posibilidades vocales del intérprete pueden restringir la riqueza de la melodía (no está al alcance de todos el recurso típico de interpretar la misma nota una octava más alta), pero más que el rango de frecuencias cubierto lo que confiera magia a la melodía es su armonía, su evolución natural, su lógica matemática incluso... algo así como si probáramos a silbarla, sin ningún otro acompañamiento, y nos siguiera resultando reconocible y disfrutable.

Instrumentación y arreglos: la inmensa mayoría de temas de cualquier estilo de música contemporánea se componen con guitarra o piano, porque son instrumentos que permiten ejecutar con comodidad la progresión armónica en la que se esté trabajando. Ahora bien, una vez creada la canción (con sus acordes y su melodía principal), lo que se espera es que, bien su creador, bien sus intérpretes, bien el productor y los ingenieros en el estudio de grabación, la enriquezcan para sacarle el máximo partido, y no se limiten a darla por terminada en esa fase inicial. Hoy en día las posibilidades son innumerables: no sólo por la cantidad y calidad de los diferentes instrumentos acústicos, eléctricos y electrónicos existentes, sino porque las nuevas tecnologías permiten hacer miles de probaturas hasta obtener el sonido deseado. Usando un símil de otro arte, la pintura: ¿para qué limitarnos a un bonito boceto en carboncillo cuando podemos jugar con los pinceles y los colores para obtener un cuadro sobrecogedor?

Interpretación vocal: es muy frecuente encontrar a melómanos que sobreestiman la importancia de la interpretación vocal, como si por sí sola pudiera sostener una canción. Desgraciadamente pienso que no es así. Obviamente es un añadido que, en su estilo, un cantante adapte (y no exhiba) sus cualidades vocales a la melodía principal en cuestión, aumentando su capacidad de emoción. Pensemos, por ejemplo, en Chris Cornell para el rock duro, o en Martha Walsh para el dance soul. Pero abundan los grandes intérpretes que fracasan a la hora de entregar grandes canciones (desde Celine Dion a Christina Aguilera). Y no sólo eso, no son infrecuentes quienes pretenden exhibir sus cualidades por encima de la propia composición (Antony, de Antony and the Johnsons, por poner un ejemplo), reduciendo el impacto de la misma y a menudo irritando al oyente con sus trémolos, gorgoritos o recorridos de notas por las escalas al margen de la melodía principal.

Letra: seguro que todos ustedes han escuchado que un artista es "muy bueno" porque escribe unas letras "muy buenas". Desde Bob Dylan a Joaquín Sabina. Discrepo totalmente de esa visión: la música es música (ritmo, acordes, notas, interacción de instrumentos) y la letra es solamente un complemento. El hábitat natural de la palabra (la poesía, si se permite la extrapolación) es el papel. Indudablemente nos gusta que las canciones nos sugieran situaciones emocionantes, o nos relaten historias con las que nos identificamos. Pero es difícil que un buen compositor sea también un buen letrista, y lo realmente importante es que la música nos llegue. Así que si las frases de la letra no riman, o se repiten en demasía, o incluso si ni siquiera las comprendemos porque no dominamos el idioma, podemos convivir con esa situación y seguir disfrutando casi igualmente de la canción.

Virtuosismo: cada vez menos, pero también hay quien sobrevalora este elemento. Por supuesto es una delicia escuchar a Jimi Hendrix tocando a la vez riffs excepcionales y los acordes de Voodoo Chile, pero es la canción en sí (acordes, melodía e instrumentación) la que sostiene dicha exhibición. Y si no, prueben a escuchar algunas de las composiciones del álbum Band of Gipsies del propio Hendrix, lo vacías que suenan por mucho virtuosismo que le aplique. Los solos de bajo de Prince, de guitarra de Mark Knopfler o de piano de Tori Amos nos emocionan porque llevan a la máxima expresividad sus creaciones. Pero piénsese en la cantidad de músicos virtuosos (desde Joe Satriani a Kenny G) que apabullan al oyente con su dominio del instrumento, pero no consiguen emocionarlo, porque el virtuosismo no deja de ser un pequeño añadido.

Duración: cada vez más, las composiciones que se publican en los últimos años abusan de una única progresión armónica de tres o cuatro acordes, repetida sin piedad durante cuatro, cinco o seis minutos. Esa repetición exagerada oculta, en mi opinión, las limitaciones creativas del compositor para enriquecer esa progresión con otros acordes, otras tonalidades, otros giros que aumenten el impacto emocional de su creador. Lo mismo aplica para los estribillos repetidos ocho o nueve veces, o para los temas de música dance que pasan la mitad o más de su duración repitiendo sin piedad la misma base rítmica, sin apenas cambios ni enriquecimientos. Hay que saber explotar al máximo la composición, sí, pero sin saturar por reiteración. Y es que, como dice el refrán, lo bueno, si breve...

Eso es todo. Espero que mi fórmula y las reflexiones que la han acompañado les sirvan para valorar mejor las canciones que escuchen a partir de ahora.