domingo, 28 de abril de 2013

La dichosa manía de mezclar la parte vocal demasiado baja

La entrada de hoy se aleja de lo que es habitual en este humilde blog, pues se trata de una reflexión sobre una práctica muy común en la música independiente: mezclar la parte vocal de una canción demasiado baja. Lo que a mi modo de ver es difícilmente justificable, y constituye además una de las razones que impiden un disfrute más universal de buena parte de esta música alternativa. Intentaré analizar esta "manía" en los siguientes párrafos. Y para ello empezaré analizando las razones que pueden dar lugar a la decisión de mezclar la voz humana excesivamente baja: una es evidentemente negativa (ocultarla entre el resto de los instrumentos); otra más positiva (realzar la parte instrumental).

Realzar la parte instrumental será la razón más probable que den aquellos que conscientemente recurran a esta práctica: "la voz es un instrumento más", nos dirán. Lo cual es cierto, sin duda. Pero con la salvedad de que prácticamente en el 100% de los casos esa voz no estará entonando sílabas sin sentido, sino un texto elaborado para encajar con las notas de la melodía principal de esa canción. Y ése es un esfuerzo creativo consciente y no exento de dificultad. Con lo cual, ¿por qué dificultar conscientemente al melómano la comprensión de esa letra? ¿Para obligarnos a leerla en los créditos del álbum? ¿Para buscarla en internet o instalarnos en nuestro teléfono el MusicMatch? Obviando estas preguntas retóricas, se nos podrá contestar que no es necesario entender la letra de una canción para que la misma nos emocione (por ejemplo, si está cantada en un idioma que no conocemos, o si la escuchamos en condiciones acústicas deficientes). Nuevamente cierto, aunque evidentemente el disfrute de la misma no será tan pleno. Pero al menos será un requisito distinguir la melodía principal, puesto que dicha melodía principal es un elemento común a la práctica totalidad de la música contemporánea (en mi opinión es casi un derecho inalienable del melómano). La única razón válida que se me ocurre para violar ese derecho es que determinados tipos de música requieren escucharse a un volumen extremadamente elevado (por encima de los 80-90 dBA), y la manera que tiene el intérprete de forzar ese volumen es mezclar la voz tan baja que el melómano se vea obligado a subir el volumen para entender la letra, y así lograr que el tema se escuche como quería su creador. A modo de ejemplo, citemos determinados subgéneros de música de baile, cuya razón de ser es ese volumen estruendoso.

La otra razón es de peor defensa: obviamente no todos los creadores tienen la suerte de disponer de un intérprete vocal a la altura de su talento, y menos aún si son solistas. En el siglo pasado, sin ir más lejos, triunfaron artistas de cualidades vocales realmente mediocres (desde Bob Dylan hasta Marc Knopfler). Afortunadamente la tecnología ha venido al rescate de estas situaciones, con lo cual hoy en día es sencillo retocar una y otra vez en el estudio una interpretación deficiente (reverberaciones, reducción o aumento de la duración de las notas, afinación incluso con el Auto Tune si es preciso) hasta dejarla sin defectos serios. Sin embargo, a pesar de este avance no todos los artistas optan por esta vía, y prefieren simplemente mezclar la parte vocal baja para ocultar sus carencias. Así, buena parte de los iconos de la música independiente a nivel nacional e internacional de los últimos 20 años han abusado de esta tendencia (desde J de Los Planetas hasta Stephin Merrit de The Magnetic Fields). Intentando hacer de ello una discutible seña de identidad, aunque en realidad granjéandose innecesariamente la antipatía de buena parte de sus potenciales oyentes.

A causa de esta limitación en sus cualidades vocales, en el último cuarto de siglo se han generalizado los creadores que se rodean de intérpretes puntuales para realzar adecuadamente su obra (el famoso "featuring", empleado por gente tan dispar como Rudimentals o David Guetta). Es una solución muy eficaz para el estudio, y desde mi punto de vista mucho más acertada que limitarse a mezclar la parte vocal baja, pero no tanto para conciertos o música en vivo, que es donde se suelen destapar las miserias. Miserias comunes incluso en el caso de artistas reseñados favorablemente en este blog (por ejemplo Helen Marnie, cantante de Ladytron, o Sarah Cracknell, cantante de Saint Etienne, ambas muy limitadas). Si bien al menos estos artistas sí que mezclan con un volumen mínimo suficiente la voz en sus temas de estudio.

Y es que cuando hace ya año y media expuse mi fórmula matemática para la canción vocal contemporánea, pasé por alto un corolario que resulta evidente tras leer los párrafos anteriores: por supuesto que una brillante interpretación vocal realza una buena canción, pero al menos resulta imprescindible un mínimo nivel interpretativo en la parte vocal de una canción para no invalidar la impresión general de la misma. Y ello pasa por mezclar la voz con un volumen suficiente, corrigiendo los defectos que pudieran existir en la grabación original en el estudio. Es decir, según los términos que empleé en dicha fórmula: "la deficiente interpretación vocal y/o instrumental invalidará automáticamente la categorización de la canción según el resto de variables expuestas". Están de acuerdo, ¿verdad?

domingo, 21 de abril de 2013

New Order: Lost Sirens (2013)

"Lost sirens" ha sido a la vez uno de los discos más esperados y más inesperados de los últimos tiempos. Esperados porque, aunque oficialmente desaparecieron como banda hace unos años, eran insistente los rumores de que durante las sesiones de su último álbum de estudio ("Waiting for the sirens' call", de 2005) se habían descartado varios temas. E inesperados porque los conflictos legales entre Bernard Sumner y Peter Hook parecían augurar que dichos temas nunca verían la luz. Pero finalmente New Order han vuelto a existir, ya sin Peter Hook, y como anticipo de las que serán en unos meses sus creaciones sin el mítico bajista se ha publicado este "Lost sirens", con esos temas grabados entre 2003 y 2004.

Lo primero que llama la atención es la escasez de canciones: solamente 8, y una de ellas ("I told you so", el último corte), ya publicada en "Waiting...", aunque con otros arreglos. En honor a la verdad no es el primer álbum de 8 cortes en la trayectoria de los mancunianos, pero en el año 2013 estamos acostumbrados a discos más ricos en contenido. Al menos un tema más (incluso aunque hubiera sido una cara B recuperada) hubiera servido para dar la sensación de que éste es un álbum de pleno derecho en su discografía. Así, los 38 minutos se quedan un poco escasos.

¿Y qué nos encontramos en su primer álbum en 8 años? Pues ese sonido más guitarrero, menos bailable y en ocasiones incluso rockero de sus dos entregas anteriores. Hay que recordar que en 2004 Gillian Gilbert estaba al margen de la formación, con lo que sus teclados fueron reemplazados por la guitarra de Phil Cunningham, en lo que a mi modo de ver supuso una cierta desvirtualización de su sonido. Cuesta creer, además, que Peter Hook participara integralmente en esos 8 temas, puesto que su inconfundible bajo apenas es perceptible en dos o tres de ellos. Con lo cual nos encontramos un sonido pop, con ciertos toques rock y un ligero barniz electrónico. Y un detalle casi esperable: los títulos de las canciones ya sí suelen ser frases de las mismas, cosa impensable hace un par de décadas.

¿Y las canciones? Pues el nivel medio es más que aceptable, lo que refrenda lo que en su momento defendí en otros foros: que "Waiting for the sirens' call" era un estupendo álbum (el mejor desde "Technique") y que estaban en una segunda juventud. Es cierto que no hay sencillos claros, pero sí buenos temas: el que lo abre ("I'll stay with you") es un estupendo ejemplo, con su preciosa progresión armónica, su bonita melodía, el equilibrio entre las guitarras y los clásicos interludios instrumentales de la banda. El segundo tema relevante es "Californian grass" (cuarto corte), con sus toques sinfónicos, sus estrofas introspectivas y un estribillo algo más luminoso. "Hellbent", quinto corte, es para mí lo mejor del disco, ese medio tiempo con toques rockeros a lo Primal Scream, una percusión sintética, estrofas de energía contenida y un estribillo explosivo refrendado por los coros femeninos. Y un cuarto tema digno de cualquier otro de sus discos es "I've got a feeling", quizá con unas estrofas demasiado guitarreras, pero con un bonito estribillo y una coda final, mitad cantada mitad instrumental, marca de la casa.

Respecto a los otros cuatro temas: "Sugarcane" sólo se sostiene por un agradable estribillo, "Recoil" es lo peor del disco por su sonido acústico y su atmosfera relajada que tan mal les sienta, "Shake it up" les demuestra a Delphic quien llegó primero a estos terrenos (lástima que la melodía sea bastante floja) y "I told you so" es una versión más atmosférica que la original, con ciertas reminiscencias hindúes que no logran mejorar significativamente la original.

Cuatro grandes temas y un par de momentos agradables es lo que se puede encontrar en la mayoría de los grandes álbumes de estos tiempos, así que según esos parámetros estamos ante un disco recomendable y no sólo para sus fans. A mayor gloria del cada vez más protagonista absoluto Sumner, ciertamente, pero no tanto como para echar de menos a Hook. Habrá que ver si la inspiración creativa les visita con esta nueva formación, casi 35 años después de su formación. Superar el listón de este "Lost sirens" no se antoja fácil.