sábado, 23 de noviembre de 2013

Polly Scattergood: Arrows (2013)

El nuevo álbum de Polly Scattergood va a ser el tercero que voy a reseñar en este blog durante el presente 2013 de artistas británicos más o menos electrónicos que dieron la campanada en el año 2009 con sus álbumes de debut y que se han demorado nada menos que cuatro años en publicar su continuación. Los dos primeros, Delphic y Little Boots, no han justificado tan larga espera: los primeros directamente se han enzarzado en un cambio de estilo que les ha restado calidad y ha puesto en peligro su continuidad, y la segunda ha optado por un house indie que no realza sus composiciones y le reste tirón comercial. El de Polly Scattergood no supone un retroceso tan manifiesto como los dos anteriores, entre otras cosas porque la repercusión comercial de su debut fue mucho menor, aunque también porque, como tendré ocasión de reseñar en los siguientes párrafos, es un álbum más continuista que el de aquellos. Por cierto, que aún hay un cuarto caso británico y electrónico pendiente de continuación desde 2009: LaRoux, que no parecen saber cómo mantener el listón de su fantástico debut.

Para los cuatro años transcurridos, "Arrows" es un disco relativamente escuerto (sólo 10 temas). Y a diferencia de su álbum de debut, la cantautora británica ha compartido esfuerzo compositivo en esta ocasión con otra persona, Glenn Kerrigan (lo siento, no tengo referencias sobre él) en casi todos los temas. De hecho, "Cocoon", la canción que lo abre y segundo sencillo, es una de las dos que firma Polly en solitario. Es una buena manera de empezar el álbum, aparte de uno de sus temas más redondos, con su bonita progresión armónica principal, su quebradiza e intimista voz y un logrado colchón electrónico al que sólo le falta algo más de originalidad en su tramo final para completar un temazo. Pero el resto del álbum baja un poco el listón. Un buen ejemplo es "Falling", segundo corte y primero de los tres temas rápidos estratégicamente distribuidos a lo largo del álbum para compensar tanta introspección y melancolía: un tema correcto, con un bajo sintetizado a lo Peter Hook, pero con un estribillo demasiado entrecortado y cierto estilo anodino. "Machines" es otra composición correcta, una balada espartana durante tres cuartas partes que se convierte en una furiosa reivindicación de la condición humana en su tramo final.

Aunque no lo parezca al principio, "Disco damaged kid" es otro rápido y bailable tema electrónico, presidido por un piano programado y efectos plenamente contemporáneos muy en la línea de Mute Records, un punto superior a los dos temas anteriores pero sin llegar a fascinar. "Colours colliding", quinto corte, es una cadenciosa balada que vuelve a enfocarse en el atormentado mundo interior de Polly, con otro ratito de rabia e instantes en los que su voz está a punto de quebrarse. "Miss you" sufre por el hecho de ser otro tema lento más, en este caso de corte mucho más clásico (voz y piano durante la mayor parte del mismo), y uno de los estribillos más bonitos del disco. "Subsequently lost" es el tercer tema rápido, y se beneficia del cambio de ritmo respecto a los dos temas anteriores, además de que con su bajo 100% electroclash, las palmadas sintetizadas en su primer estribillo, y un logrado segundo estribillo que comienza con "I miss you most..." es otro de los momentos más interesantes del álbum.

El tramo final del disco lo inaugura "Silver lining", probablemente el tema más experimental, con su atmósfera etérea y un tanto inquietante y su recitado final, aunque también uno de los menos disfrutables (excepción hecha de la parte nueva, que introduce sabiamente cuando reivindica aquello de "I feel no pain"). "Wanderlust", primer sencillo, está situado a propósito como penúltimo tema, intentando trasladar al melómano el mensaje de que "Arrows" es mucho más que un par de sencillos y ocho temas de relleno. Se trata de un disfrutable medio tiempo, con un brillante comienzo, protagonismo especial para los teclados sintetizados y una melodía cautivadora tanto en las estrofas como en los tramos nuevos (bueno, y también con un excelente video-clip). Y "I've got a heart", el tema que lo cierra y segundo firmado en exclusiva por Polly, es otra balada clásica, tierna, en la que ella desnuda sus sentimientos con la mejor letra del álbum ("I'll sit with a paper and a pen just writing shit until I fall asleep..."), y una rara habilidad para colar efectos que adornen las estrofas a la vez que unas previsibles slow strings realzan el estribillo. Para mi gusto es junto con "Cocoon" el mejor tema del disco, y una muy adecuada manera de cerrarlo.

En definitiva, "Arrows" es un disco bien producido, personal, que saca buen partido de los mejores temas escritos por la británica en estos años con una correcta estructuración, duración y ubicación, que no defraudará a los que busquen música electrónica ni a los que busquen música con sentimientos. Pero que a los puntos pierde frente a su álbum de debut por haber perdido el factor sorpresa y arrinconado su vocación de poetisa urbana y no haberlos contrarrestado con algún tema más que dejara a un lado su complejo mundo interior y cruzara la frontera entre lo correcto y la excelencia.

viernes, 1 de noviembre de 2013

"La voz", o el elocuente desperdicio del formato "Talent show"

El éxito de audiencia en España de la segunda temporada de "La voz" me ha animado a dedicar una entrada al fenómeno de los "talent show". Como ya anticipio en el título, mi punto de vista va a ser esencialmente negativo, pues a mi modo de ver este programa, como la gran mayoría de los "talent show", supone un elocuente ejemplo de cómo desaprovechar prácticamente todas las posibilidades que ofrece este formato. Y por una vez no hablo a nivel de España solamente, sino por desgracia a nivel mundial.

Pero empecemos por lo positivo: el éxito de "La voz", como el de otros antecesores tipo "Operación triunfo", se cimenta en parte en la música. Y es que a pesar de la gran proliferación de canales gratuitos que ha supuesto la TDT, la posibilidad de escuchar algún tipo de música en horario de máxima audiencia es prácticamente inexistente. Más aún si nos referimos a música que, en todo o en parte, es interpretada en directo. Por alguna razón que se me escapa (aunque puedo suponer algunas: trivialización del ocio, fomento del analfabetismo cultural, adoctrinamiento marketiniano), los grandes responsables de las cadenas televisivas sitúan a la música muy por debajo del peso real que luego tienen las siete notas en los gustos y las manifestaciones culturales de la sociedad. Así que este tipo de talent show merecen, a pesar de que luego se les barnice con el toque sensiblero y en ocasiones hasta morboso de las reacciones humanas en situaciones no controladas, una oportunidad. En el caso particular de "La Voz", además, la premisa de partida es interesante, puesto que tras años y años de talent show en los que se buscaba al intérprete que entrara por los ojos antes que por los oídos, se obliga al jurado a estar de espaldas y fijarse exclusivamente en su interpretación.

Ahora bien, cuando empezamos a rascar en el componente musical descubrimos cómo se desperdicia la idea. "La voz" es la adaptación de "The voice", un programa estadounidense que ya ha completado cinco temporadas y que a su vez se basa en un programa holandés de título similar. En esas cinco ediciones el jurado ha estado esencialmente constituido por Adam Levine (ecléctico cantante y cerebro de los más comerciales que brillantes Maroon 5), Cee Lo Green (ahora interesante intérprete en solitario y anteriormente el vocalista de los talentosos Gnarls Barkley), Christina Aguilera (artista comercial de nulo legado artístico aunque incuestionables cualidades vocales) y Blake Shelton (un artista country y por tanto perteneciente a un género ya superado). Es decir, un jurado "de aprobado raspado" si se me permite la expresión, pero lo suficientemente ecléctico musicalmente hablando y con cierta comprensión no sólo de las cualidades vocales de un artista, sino de lo que supone crear una buena canción. Sin embargo en España el jurado de "La voz" carece por completo de electicismo (se centra en el pop aflamencado de consumo femenino de nivel cultural medio-bajo) y con artistas que esencialmente desconocen qué supone componer una canción: David Bisbal es simpático y tiene una notable amplitud vocal, pero tanto su propuesta musical como sus gustos son deficientes; Rosario apenas aporta su fuerza en el escenario, pero ha vivido 20 años en el mundillo musical a base de explotar el legado del que sabía crear canciones en su familia, su hermano Antonio; Malú tiene una estupenda voz, pero su cultura musical es aún inferior a la de Bisbal y Rosario; y el bueno de Antonio Orozco no tiene voz ni una propuesta musical interesante, pero al menos es el único que conoce lo que es crear una canción y tiene un mínimo de cultura musical.

Con semejante jurado es muy difícil juzgar a nadie, pero es que para convertir el programa en un desperdicio aún mayor, a los participantes no se les permite cantar temas propios. Cualquier persona que haya escuchado cualquier tipo de música alguna vez sabe que interpretarla es complicado y tiene su mérito, pero lo realmente complejo es enfrentarse a la partitura en blanco e imaginar una progresión armónica y una melodía principal capaces de causarnos algún tipo de emoción. Así que al centrarse sólo en la interpretación, el programa cierra la puerta a todos los creadores que, a pesar de la hostilidad de los medios de comunicación, siguen luchando en España y en todo el mundo por demostrar que la creatividad aún no se ha extinguido. Es cierto que en algunos países hay excepciones (los denominados "music competition"). Me viene ahora mismo a la memoria el caso de Of Monster and Men, la interesante y exitosa banda islandesa que han arrasado a nivel mundial después de ganar hace 3 años el equivalente islandés (pero en versión creativa, no interpretativa) a "La voz". Ya digo que esto son excepciones: en la mayoría de los países se busca al intérprete, no al artista.

Y para acabar de desperdiciar la idea, las canciones con las que deben participar tienen que ser éxitos conocidos a nivel nacional o internacional. Para entendernos, una mezcla entre Kiss FM y la Cadena Dial (sic). Es decir, no basta con ahuyentar a los creadores, sino que los intérpretes no deben mostrar su cultura musical y sorprendernos (pongo un ejemplo imposible, recreando un tema de Portishead y la formidable voz de Beth Gibbons), sino que deben ceñirse a unos pocos centenares de temas en su mayoría de calidad discutible, y en los que sí la tienen, gastados de tantas y tantas escuchas. Con lo cual ni siquiera se consigue que el público vaya ampliando su cultura musical y sea capaz de ir apreciando otros artistas y otros géneros por lo general mucho más brillantes. Nuevamente hay excepciones (me viene a la mente el "Operación triunfo" polaco, en el que uno de sus participantes interpretó "My girlfriend's boyfriend" de Her Space Holiday y consiguió así de rebote para el bueno de Matt Biondi el mayor éxito internacional de su carrera). Pero no en España.

Así que sin un jurado capacitado, sin un solo creador, y sin apenas canciones brillantes, ¿cuál es el resultado? Pues unos intérpretes de usar y tirar, con cuyas ilusiones se juega sabiendo de antemano que prácticamente en ningún caso llegarán a nada. Y es que la música de consumo masivo está saturada de intérpretes que no saben componer, no controlan sus carreras y están a merced de los medios de comunicación para no hundirse en el ostracismo (seguro que todos Vds. pueden pensar en muchos ejemplos). Con el desprestigio que tal circunstancia supone para la música contemporánea, y las conclusiones a nivel de listas de ventas que ya he comentado en alguna otra entrada de este mismo blog. Porque, ¿acaso alguno de Vds. se acuerda ya del ganador de la primera temporada de "La voz"? ¿Y de cuántos de estos ganadores de talent show nos acordaremos dentro de cinco años? Compárenlo con la repercusión que a nivel mundial ha tenido el fallecimiento esta semana de Lou Reed (que no participó en ninguno de estos concursos, que no era guapo y que apenas sabía cantar) y obtendrán una elocuente respuesta: sin creatividad, no hay música.