domingo, 26 de noviembre de 2017

Cut Copy: "Haiku from zero" (2017)

Una de las debilidades históricas de este humilde blog son los australianos Cut Copy desde que en 2008 publicaron "In ghost colours", uno de los grandes álbumes de la primera década del presente siglo. Desde entonces no han alcanzado el mismo nivel ni con "Zonoscope" (2011) ni con "Free Your Mind" (2013), pero estos dos razonablemente brillantes álbumes sí les han permitido consolidar una carrera a nivel internacional. Por lo que cada nueva entrega de la banda de Dan Whitford aún despierta mi expectación. Aunque este "Haiku from zero" se ha hecho más de rogar de lo que esperaba: cuatro largos años para entregar el álbum más corto de su carrera, sólo 9 canciones y sólo 42 minutos. Con lo cual cuando el pasado verano se anunció el tracklist empecé a desconfianzar de la calidad de este nuevo álbum.

Una desconfianza que se ha revelado parcialmente justificada. Porque el álbum queda lejos de su obra maestra, y lo que es peor, carece de ningún tema bandera que tire del conjunto. Como lo prueba que sólo haya alcanzado el puesto 59 de las listas de su país, frente al número 1 de "In ghost colours" o el 3 de "Zonoscope". Además, hay algunos momentos anodinos, y una tendencia más marcada de lo que es costumbre a rellenar con "ooohs" y coros acentuados ciertas carencias a la hora de armonizar textos y melodías. Afortunadamente el disco resulta interesante por lo que supone a nivel evolutivo para la banda, cada vez más alejada de lo que se entiende por el synth-pop para coquetear con el funky, los ritmos tribales o el pop californiano, y por su inteligencia a la hora de armonizar e instrumentar las composiciones, logrando resultados muy interesantes pese a no tratarse de unos virtuosos.

El álbum lo abre "Standing in the middle of the field", también seleccionado (a mi modo de manera equivocada) como segundo sencillo. Un tema bastante largo (cerca de seis minutos), con un loop de una marimba electrónica que intenta darle un toque exótico a la canción y que puede llegar a fatigar, una letra que se repite en ambas estrofas, y sólo su olfato para sostener instrumentalmente el tema a partir del espartano intervalo previo a los dos minutos finales. Aunque más flojo es mi opinión "Counting down", el siguiente corte, de notas tan altas que Dan tiene que interpretarlo a dos voces en unas estrofas interesantes melódicamente pero que no terminan de casar con el rotundo y anodino estribillo, por no hablar del parón que supone la parte nueva. Menos mal que el álbum empieza a remontar con "Black rainbows", que será el tercer sencillo dentro de unos días: algo más rápido que el anterior, con un encaje mucho mejor entre unas estrofas correctas y un estribillo doble que ahora sí recuerda que los australianos son capaces de hacerlos y muy buenos, sobre todo si está Tim Hoey para enriquecerlo con su guitarra.

Aunque curiosamente para mí el mejor momento del álbum es un cuarto corte por el que la banda no parece apostar (es la canción más corta y la menos elaborada instrumentalmente, casi parece una demo): "Stars last me a lifetime" demuestra que aún saben hacer temas introspectivos, de emoción a flor de piel, bien instrumentados y bailables. Más que su brillante estribillo, lo mejor es ese sintetizador que lo adorna en medio de cada compás, con el volumen justo para que se note sin destacar, y esa magia que conserva de primera toma no excesivamente trabajada en el estudio. "Airborne" fue el sencillo elegido para presentar el álbum, una decisión arriesgada por ser el tema que más se aleja de lo habitual en la banda, dado que acercándose sin complejo a una suerte de funky del siglo XXI (aunque sin llegar al plagio a-lo-Mark-Ronson). No figurará entre los mejores sencillos de la banda, pero su bajo sincopado, sus coros femeninos, sus samplings para dotarle de modernidad, el parón de la parte nueva sólo con el piano y la voz, y sobre todo ese "That don’t stop me" que repiten hasta la saciedad ganan con cada escucha.

Una vez superado el mejor tramo del álbum, la cuesta abajo no es muy pronunciada: "No fixed destination" es un tema aparentemente anodino y que vuelve a insistir en los "oh oh oh", pero con unas curiosas reminiscencias al pop de la Costa Oeste americana y un buen estribillo, que como de costumbre queda resaltado por la certera instrumentación. "Memories we share" repite la idea de "Standing..." partiendo de un loop sincopado (esta vez menos cansino) y las voces masculinas a modo de coro (que esta vez al menos sí cantan una letra real)... para pegar el cambiazo en un puente y un coro que no tienen nada que ver pero que lo acercan a los sonidos tradicionales de la banda, entre el synth-pop y la inditrónica deudores de los trucos de las pistas de baile de hace unos años. "Living upside down" es otro tema relativamente flojo, en el que tiran de oficio en sus anodinas, monocordes y largas estrofas, para encajarlo lo mejor posible con un estribillo que tira de coros a lo Heaven 17 y de imaginación instrumentar para sostenerlo. Y para cerrar el álbum el cuarteto australiano intenta lo que nunca antes habían hecho en "Tied to the weather": una composición sin percusión ni guitarras, solamente a base de sintetizadores creados procesando la voz de Dan, en una especie de "balada" experimental con unas estrofas aceptables, un original colchón electrónico y un estupendo estribillo, que permiten cerrar el álbum con un sabor de boca mejor de lo que cabría esperar por el nivel medio del álbum.

Cuatro años de espera para tres grandes momentos y otros tantos estribillos puede saber a poco. Pero es cierto que como los australianos funcionan como una auténtica banda y todos contribuyen a evolucionar y enriquecer los temas con inteligencia y olvidándose de clichés, sus composiciones siempre ganan con cada escucha. Y como además se mueven de manera tangencial a las ventas, no parece importarles asumir el riesgo de explorar nuevos terrenos, lo que implica que cada nueva entrega mantiene su personalidad propia dentro de la discografía de la banda. Así que con eso nos debemos quedar de este "Haiku from zero" que probablemente les reste seguidores, pero que demuestra que aún creen en lo que hacen. Aunque resulta incierto predecir su siguiente movimiento; tal vez carreras en solitario para profundizar en esa evolución que este álbum deja entrever.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Portugal. The Man: "Woodstock" (2017)

"Evil friends" (2013), la anterior entrega de los estadounidenses Portugal. The Man, sigue siendo sin duda uno de los mejores álbumes en lo que llevamos de década. Quizá porque la banda ha sido consciente de su gran nivel y de lo complicado que iba a ser darle continuidad (a pesar de llevar ya siete álbumes oficiales publicados), el camino que han recorrido desde entonces hasta este verano de 2017 ha sido de lo más tortuoso. Porque desde el 2014 las huestes de John Gourley han ido compartiendo a través de las redes sociales información sobre sesiones de grabación, primero a las órdenes de Danger Mouse, más tarde anunciando un álbum doble "Gloomin' `+ doomin'" producido por Mike D de Beastie Boys (que el año pasado se redujo a álbum sencillo, y que al final ha quedado mayormente en una estantería), y finalmente con el productor John Hill, que son las que conforman la columna vertebral de este "Woodstock".

Curiosamente el resultado de tanta creatividad descartada y revisitada es un álbum corto, 38 minutos y sólo 10 temas: uno producido por Mike D, tres por Danger Mouse y el resto por John Hill, una diferencia de enfoques apreciable cuando se escucha de seguido, a pesar de que en las armonías de Portugal. The Man cabe casi todo. Así que habrá que estar atentos a que los decenas de temas que nunca han visto la luz puedan acabar saliendo en alguna edición pirata. Mientras tanto, lo que parece claro es que "Woodstock" queda sensiblemente por debajo de su antecesor, y traslada en algunos momentos la sensación de álbum rescatado a la carrera porque los plazos se echaban encima. Pero también es un álbum con dos o tres sencillos muy claros, razonablemente consistente a nivel estilístico con su predecesor, y sobre todo con la habilidad de la banda para juntar psicodelia, rock, pop, e incluso hip-hop y darle un barniz actual del que carecen por ejemplo los para mí sobrevalorados Tame Impala.

El álbum se abre con "Number one", la primera de las producciones de Danger Mouse y el tercer sencillo extraído: un intento de entrelazar el clásico "Motherless child" de Richie Havens con una composición propia, que resulta tan ambiciosa como fallida. Primero porque el tema original no es en mi opinión gran cosa a pesar de su fama, y segundo porque la nueva melodía compuesta para la ocasión no es especialmente brillante ni termina de encajar. Le sigue "Easy tiger", claramente más acertada, un medio tiempo con una impactante instrumentación a base de samplings superpuestos en el comienzo y en los estribillos y sus bonitas estrofas, típicas de la banda. El álbum sigue creciendo en "Live in the moment", uno de los mejores momentos además de quinto sencillo, más rápido y contundente, sobre una progresión armónica más simple pero certera, un excelente talento para armonizar instrumentos, una letra optimista y un estribillo acertado y fracamente tarareable.

Aunque lo que mejor demuestra que 2017 era el momento de Portugal. The Man y que había que publicar un álbum como fuera es el éxito arrollador de "Feel it still", el tema estrella del álbum. Que sin ser ni siquiera el mejor momento del disco engancha con su progresión armónica clásica sostenida por un efectivo bajo, sus aires sesenteros y su excelente instrumentación (a destacar la sección de viento). Y que de manera sorprendente les ha llevado a alcanzar el top 10 de las listas estadounidenses. Le sigue "Rich friends", cuarto sencillo y quizá el tema más rockero del álbum, con ese riff de guitarra que sostiene las un tanto largas estrofas y un estribillo certero que se inspira con naturalidad en los últimos años de los sesenta (además de un fantástico vídeo). "Keep on", el sexto corte, juega a mezclar un sugerente arpegio de guitarra en las estrofas con las distorsiones en el estribillo y con detalles de las bandas sonoras de los westerns, en un cóctel que sin llegar a la excelencia sí resulta razonablemente eficaz. Y "So young", segundo tema producido por Danger Mouse es una balada con un guiño a sus admirados Oasis en la letra, y con otro estribillo marca de la casa, intimista, correcta pero sin nada que le haga destacar.

"Mr. Lonely" es el último tema producido por Danger Mouse, y quizá el más prescindible de los tres por excesivamente cadencioso y hasta largo, a pesar de su atmósfera depresiva, sus slow strings, sus voces sampleadas y el rap a cargo de Fat Lip. Afortunadamente "Tidal wave" sube bastante el nivel, al volver a esos medios tiempos que tan bien dominan, fascinarnos con esa entrada al estribillo que es psicodelia pura y un estribillo brillante y capaz de incorporar unos violines sintetizados y una sección de viento sin que casi se noten. Aunque lo mejor es el cierre del álbum: "Noise pollution" es el sencillo que anticipó este "Woodstock" y la única producción de Mike D. Más sintético que el resto del álbum, e incluso bailable, con unos teclados originales y unos tremendos juegos vocales, una parte nueva que es todo un delirio y por encima de todo un estribillo infeccioso que gana con cada escucha.

Y así, en el mejor momento, termina este breve álbum que deja un poso de duda. Porque por personalidad y originalidad a la hora de instrumentar y explorar nuevas vías en el más que trillado panorama del pop-rock, el balance tiene que ser favorable. Pero no termina de desaparecer la duda de qué podría haber hecho el quinteto sin tanta creatividad fallida y tantas colaboraciones que no acabaron de explotar. Personalmente prefiero pensar que el éxito de "Feel it still" les habrá quitado presión y no tardarán otros cuatro años para entregar apenas una decena de canciones. Porque el panorama musical internacional les sigue necesitando.